¡Las tres tremendas mujeres!

Con un carácter terrible, eran muy amorosas.

 

Una, doña Lola, de carácter fuerte, tuvo un amor. Siempre veía a los hombres por debajo de sus gruesos lentes. No amargada. Adoraba al niño, era su consentido y para ella todo giraba alrededor de él.

 

La segunda, doña Pura, un encanto, todo para bien, completamente asexual, nunca tuvo relación amorosa alguna. Siempre alegre con sus hermanas, vivía para ellas, las atendía, las procuraba. Ahora con el niño, con Otho Hans, se modificaron todos sus sentimientos y no sabía cómo repartir su cariño entre Otho y sus hermanas… En fin, ¡alcanzaba para todos!

 

La tercera era Beba, como la llamaba Otho. Doña Beba, una mujer altanera, aunque cariñosamente dedicada a los menesteres del hogar. Nadie más cocinaba, solo ella lo hacía y con gran maestría. Era toda una experta y era un placer comer algo preparado por ella.

 

¡Doña Pura! Tía Pura, como le decía Otho, tenía un doctorado en Teología, mujer de firmes ideas religiosas, mas siempre sostenía una fuerte crítica a la religión. Ella sería la que daría a Otho la seguridad y la fuerza para encaminar la fe al servicio de su inteligencia.

 

Quiénes sino las tres eran una bendición en el transcurrir de su vida.